Teddy,
20 de marzo. 12 horas.
El
teléfono móvil le despertó, la habitación apestaba a alcohol y a tabaco. No
recordaba muy bien dónde estaba. No, no era la litera del cuartel, estaba en
casa, la luz del sol inundaba la habitación desde la ventana. Otra vez se le
había olvidado bajar la persiana al acostarse. Se incorporó en la cama, la
sensación de presión en las sienes le recordó los excesos de una noche sin
alma, no de una manera lineal sino con flash backs vergonzantes. Una vez más
tuvo aquella sensación de haber hecho algo terrible y no recordarlo. Al
levantarse de la cama se sintió ebrio, necesitaba una ducha, un café y un
cigarrillo. Empezó por esto último y sintió una arcada. Vio el teléfono móvil
tirado en el suelo junto a sus pantalones. Al agacharse para recogerlo se
mareó. Siete llamadas perdidas, siete llamadas de la base de Bétera donde le
habían trasladado hacía un año. Es mi puto día libre pensó. Se fumó el
cigarrillo que le supo a ron y pastoso. Encendió otro y tocó la tecla de
llamada en su teléfono....
—No
me importa—gritó una voz grave al otro lado del auricular—en una hora tienes
que estar aquí.
Era
el teniente Alemany, hombre de acción y pocas palabras. Si le interrumpía en su
día libre, algo estaba pasando.
Treinta
minutos, dos ibuprofenos, una ducha y tres cigarrillos después, Teddy estaba
sentado junto con otros treinta y nueve soldados escuchando con atención a su
teniente, que mientras hablaba paseaba de un lado a otro del estrado de la sala
de reuniones el cuartel.
—Como
habrán podido ver en los informativos, Valencia esta descontrolada. La policía
ha perdido el control.
De
qué coño estaba hablando, pensó Teddy. Debía estar borracho todavía.
—No
sabemos el motivo, no sabemos la causa. Creemos que es una plaga de rabia que
se ha extendido a casi la totalidad de la población de Valencia y que comienza
a tener brotes en Madrid, Barcelona y Sevilla. Se ha declarado el estado de
excepción. El grupo de operaciones especiales de Rabasa ya ha sido repelido, ha
sido una matanza…
A
Teddy le daba vueltas la cabeza. Tuvo que ponerse la mano en la boca para no
vomitar. No entendía nada.
—Sus
instrucciones serán entrar en la ciudad, disparar a matar a todo el rabioso que
encuentren y sacar de allí a los pocos sanos que quedan. Hace una hora el
ministro de Defensa nos ha dado esta misiva. La situación es tan grave que si
no frenamos la pandemia.....—hizo una pausa eterna y pareció que iba a llorar,
intentando añadir solemnidad a su discurso— volarán la ciudad....
Teddy
no aguantó más, vomitó el café que llevaba dentro.
El
teniente le miró con resignación, vio como otros soldados apenas si podían contener las lágrimas.
—Compañeros,
esta ciudad, este país está en nuestras manos. No sabemos a qué nos
enfrentamos, pero si algo nos caracteriza son nuestros cojones y nuestro
corazón. No sé quién ha extendido esta mierda, pero os juro por mi alma que lo
pagará.
Eso
era todo, al muy imbécil no se le ocurría nada más, pensó Teddy mientras el
hedor a vómito, su vómito, se extendía por la sala.
—Solamente
saldrán de la ciudad las personas sanas, os aseguro que por desgracia sabréis
quien está sano y quien no con un simple vistazo. Hemos evacuado algunos de los
sanos a Mallorca...
¿Los
sanos? A Mallorca, joder, a la playa de vacaciones. ¿Por qué coño a Mallorca? pensó
Teddy
—Porque
en las islas no ha habido ningún brote en estas veinticuatro horas... Creemos
que tampoco en el norte...
La
base de Pollensa está controlando las entradas en la isla en el aeropuerto de
Son San Juan.
Joder,
estaba tan aturdido que no lo había pensado, lo había preguntado en voz alta.....
—En
diez minutos salimos, os acompaño, entraremos por el puerto hasta el ayuntamiento,
allí dejaremos los camiones y haremos cuatro grupos de diez en abanico para
peinar la ciudad. Coged las Llama, los rifles de asalto y toda la puta munición
que podáis sin que os convierta en tortugas. Los grupos de inmunes los debemos
reunir en el ayuntamiento donde el sargento Ramos y yo os esperaremos, nos
parapetaremos con la Browning
junto a los camiones y acabaremos con todo aquel que eche espuma por la boca....
En el tejado del ayuntamiento Gálvez y Morata os vigilarán como francotiradores
con sus Barret.
Se
los llevan a una isla porque no están seguros de que estén sanos y así los
tendrán aislados, pensó Teddy, debe de ser terrible si nos mandan matar a los
nuestros, no aguantó más y volvió a vomitar...
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